Es sábado 12 y el mundo no se ha acabado, de nuevo. No recuerdo cuántos pero estoy seguro que en estos últimos años se han multiplicado los agoreros que afirmaban que el mundo se iba a terminar en tal o cual fecha. Afortunadamente, todos han fallado.
Sin embargo, lo que más me sorprende es que le hayamos dado tanta cabida y tanta atención a estas supuestas profecías. Los canales de televisión, diarios, revistas e incluso las redes sociales se movieron alrededor de este tema de la misma manera en que lo hicieron el año 2000, el año 1900, y sabe Dios en que otras tantas fechas.
El fin del mundo no se produjo y probablemente no se producirá sino hasta dentro de unos miles de años, cuando el Sol, siguiendo su natural ciclo de vida, se agrande tanto que termine engullendo a nuestro planeta. Pero ello, con seguridad, no lo veremos nosotros.
Entonces, ¿por qué tanta preocupación por el fin del mundo?
Hay gente que vive de esto. Todos ya sabemos quiénes son: ‘astrólogos, videntes, brujos y brujas’, y un largo etcétera; quienes además han recibido la entusiasta colaboración de algunos medios que han llenado sus espacios con estas noticias catastróficas.
La verdad, creo yo, es que el fin del mundo es un evento particular para cada uno de nosotros.
No debemos esperar ese evento cataclísmico que vemos en las películas de Hollywood sino el natural curso de nuestras vidas para presenciar el fin de nuestro mundo. Nuestra muerte es el fin de nuestros días, es el evento al que no podemos escapar y que le ocurre, por igual, al pobre y al rico, al africano y al asiático, al joven y al viejo. Ese es el fin del mundo.
¿Para qué entonces preocuparse de que un meteorito o asteroide destruya el planeta? El fin del mundo puede llegarnos bajo la forma de un conductor ebrio, de una grave enfermedad o de un asaltante. Y, por supuesto, el fin de nuestro mundo nos puede llegar por el simple hecho del propio envejecimiento.
Estos fines del mundo son más certeros y más directos que cualquiera de las formulas numerológicas que hayas escogido para explicar porque ayer (11.11.11) no pasó nada.
Debemos, entonces, prepararnos para nuestros particulares fines del mundo. No sabemos cuándo llegarán ni cómo se desarrollarán, pero sí sabemos que nos llegarán a todos.