viernes, 29 de julio de 2011

Feliz 28 de Julio



Llegaron las Fiestas Patrias, y con ellas todo el espectáculo que implica, además, un cambio de mando. Alan se fue, entra Ollanta. Alan no quiso pasar por el Congreso, dizque para evitar el bochorno que le podrían haber hecho los nuevos parlamentarios; mientras que Ollanta inaugura un nuevo estilo presidencial al casi no despegarse para nada de su primera dama, Nadine.

Humala dirige su primer mensaje al PaísPero hoy 29, podemos decir que el gobierno de Humala comienza con una buena dosis de ají. Al jurar por 'el espíritu' de la Constitución del 79 Ollanta generó la piconería de toda la bancada fujimorista, especialmente de la congresista Marta Chavez, que no paró de gritar durante buena parte de la ceremonia, para delicia, sin duda, de nuestros invitados extranjeros, incluída su majestad, el Príncipe Felipe de Borbón.

Sinceramente, me dio roche. ¿Es que no se puede 'lavar los trapitos sucios en casa'? ¿Era necesaria esa provocación sabiendo cómo iban a reaccionar Marta Chávez y compañía frente a los invitados? Creo que se pudo haber tenido un mejor momento para realizar ese tipo de actos.

Pero bueno, ya se hizo y creo que hay que seguir adelante, y no detenernos en esos argumentos, también innecesarios, que señalan la invalidez de la juremantación de Humala. ¡Ya hay que parar esto!

Ya pasado todo este tumulto, creo que hay que dejarnos de mirar hacia dentro y observar lo que está pasando a nivel internacional.

Estados Unidos se encuentra en la disyuntiva de ampliar su capacidad de endeudamiento. Hasta hoy el Congreso de ese país, específicamente los republicanos, no habían dado el pase a una iniciativa para poder ampliar esta capacidad. ¿Qué es importante en todo esto? Que sin ese dinero extra Estados Unidos no podría cumplir con el pago de sus Bonos del Tesoro, es decir, de los documentos más seguros del mundo. La otra opción es que Estados Unidos diga que no puede pagar, o sea, default.

¿Estados Unidos default? Si pues, eso es lo que está pasando afuera y si eso sucede la economía mundial ingresaría a un escenario que nadie se imaginó, con la mayor potencia del mundo incapaz de pagar su deuda y con la otra mayor potencia del mundo, o sea, China, incapaz de cobrar el dinero que le ha prestado a Estados Unidos. ¿Problemático, no?

Ya algo adelantó el presidente de Colombia luego de la reunión de Unasur, y economistas como Eduardo Morón y Bruno Seminario también han dicho algo al respecto. Hay que cuidarnos de una próxima recesión gringa y mundial.

Comienza el trabajo en serio.

Foto: Congreso de la República del Perú.

lunes, 25 de julio de 2011

Un desconocido llamado José

Encontramos un hombre tirado en la calle. Liliana y yo habíamos salido a buscar un restaurante para cenar cuando en la cuadra siguiente a la nuestra vimos que alguien yacía sobre la pista. A su lado se encontraban sus anteojos y un poco más allá una bolsa con panes. Evidentemente se había caído.

Le preguntamos qué le había pasado, y comenzó a balbucear algo. Le entendí que la casa que teníamos al frente era la suya y que deseaba que le alcanzáramos sus anteojos. Se los alcancé y se los puse ya que él no atinaba a hacerlo. Al acercarme me di cuenta que el hombre había bebido, y que evidentemente su lamentable estado se debía a los efectos del alcohol.

Ya para ese momento había logrado sentarse sobre la pista y una vecina -que salió al vernos junto a él-  nos ayudó a ponerlo de pie. El vigilante de la cuadra también se acercó y nos dijo que hace unos momentos lo había dejado sentado en la vereda frente a su casa, sus llaves habían desaparecido y por ello no podía ingresar. Sólo le quedaba esperar a que una chica a la que le alquilaba una parte de su casa llegara para abrile la puerta.

El hombre me dijo que se llamaba José, al igual que yo, y que era funcionario de un ministerio. Al palpar sus bolsillos para buscar sus llaves no las encontramos pero sí hayamos pastillas contra la depresión. Me asusté un poco al pensar que podrían hacerle daño en combinación con el alcohol que le llenaba entonces el aliento.

Pero el vigilante nos dijo que no nos preocupáramos, que era habitual que el señor José llegara embriagado y buscara discutir con las personas. Pero no discutió con nosotros. Simplemente me apretó la mano -que sentía muy fría- y nos agradeció que nos hubiéramos acercado a ayudarle. Quería entrar a su casa.

«No puede señor, tiene que esperar a que alguien llegue con la llave», le dije. Siguió balbuceando, diciendo que quería entrar a su casa, que esa -señalando la pared verde limón frente a nosotros- era su hogar, pero que no había nadie ahí. Ningún familiar, ninguna esposa, o hijos que lo asistieran.

Estaba vestido con saco y corbata pero el polvo que lo cubría le infería un aspecto de desamparo. Su pronunciada calvicie, su bigote y sus anteojos me hicieron recordar la vieja imagen que tenía de uno de mis profesores de colegio. Quizás por eso me conmovio aún más su situación.

«Déjelo señor, ahí nomás», me dijo el vigilante. Su vecina ya se había retirado a su casa. Lo dejamos ahí, junto a su puerta, esperando que el vigilante lo cuidara en esa fria noche de invierno limeño.

En ese momento me dio miedo la soledad.