domingo, 25 de marzo de 2007

Yauya una vez más

Hace una semana que se fue Liliana. No es la primera vez y quizás no sea la última, pero ahora he sentido la partida de manera especial. No sé porque. El domingo en la noche me sentí ausente, como privado de mis sentidos. Me fui a un calendario a detectar los feriados con bastante anticipación, planeando cómo encontrarnos, dónde hacerlo, qué hacer entonces. Me pasé el domingo planeando mi vida en Semana Santa, el Día del Trabajo, Fiestas Patrias, y todos los feriados que les seguían. Realmente me sentí ansioso. Deseaba verla, escucharla y empecé a decirme a mí mismo “hace exactamente 12 horas estábamos en su casa, corrigiendo su tesis…”, como si recordar fuese realmente volver a vivir. Esa noche fue difícil, no pude dormir bien.

Mi delgada.
Al día siguiente me sentí mejor. Y durante la semana la vorágine del trabajo, de tener que terminar los informes, de conseguir los entrevistados, de escribir un central, desgrabar las entrevistas y todo lo que le rodea me hicieron sentirme alejado de la angustia. Pensé que el trabajo me sanaría, como cuando a uno le dicen que se martillee un dedo para dejar de pensar en el dolor de cabeza, pero no bastó. Lo realmente relajante vino de Internet. Un correo de Liliana me contaba las peripecias por las que tuvo que pasar mi delgada para llegar al pueblo de Yauya, distrito del mismo nombre, provincia de Carlos Fermín Fitzcarrald, departamento de Ancash (al lado de Huánuco).

Una semana después vuelvo a sentir lo mismo. Pero ya sé que ella llegó bien, que de vez en cuando puede enviarme un SMS (la señal en ocasiones se capta en un lugar del pueblo) y que de verdad la extraño, como nunca.

Espero que llegue Semana Santa. Iré a Huaraz a alcanzarla. La esperaré en transportes “El Solitario”, nos veremos, planearemos qué hacer y pasearemos. Y seguramente recién en el momento en que la vea bajar con su maleta y la abrace me abandonará esta sensación tan extraña de soledad.

lunes, 5 de marzo de 2007

Idi Amin

Fui al cine con expectativas. La película "El Último Rey de Escocia" estaba precedida de buenas crìticas y de un Oscar, así que tenía que verla como sea. Como siempre elegí mi lugar favorito: el Cineplanet de Plaza San Miguel. A llegar, me di con la sorpresa que había cola para entrar a la sala. Al principio crei que era la cola para ver "Ghost Rider" con Nicholas Cage pero me equivoqué, desafortundamente era la cola para mi película. Al menos me consuela saber que no todo el público es capturado por la puesta en cinta de caricaturas que jamas hemos visto por aquí, al menos no masivamente.

La película es buena. La recomiendo, y trata muy inteligentemente la forma en que el personaje principal se va involucrando ingenuamente en el mundo del dictador africano. Casi como que se podría decir que es una apología de las personas que dicen darse cuenta muy tarde de lo corrupto o criminal que puede ser un regimen, porque es asi como se muestra el mundo del personaje principal, un joven médico escocés que le cae bien a Amin y lo convierte en su medico de cabecera.

Al principio el sólo ve a un hombre que ha tomado el poder, y las ventajas y lujos de los que se puede disfrutar por estar a su lado. Es el "mono blanco" de Amin, el payaso que lo acompaña sin siquiera darse cuenta de su triste condición de bufón. Se da cuenta tarde, cuando ya le es dificil salir de ese mundo en el que se metió como jugando. "Quizás tu muerte sea lo único real que te vaya a suceder", le dice Amin al joven doctor enrostrándole su falta de sentido de la realidad con la que vivia.

Sinceramente, me gustó. Claro, no llegara a ser película de culto o algo por el estilo, pero al menos no es una producción creada con el simple propósito de ganar dinero. Relata una historia, en realidad, la historia de varios hombres, y eso es algo que valoro.