viernes, 26 de enero de 2007

El valor de la conversación

Con el correr de los años uno va aprendiendo a conocer a la pareja. Y algo que he descubierto en Lili es que disfruta de una buena conversación. Sí, de esa actividad que vamos dejando al lado por escuchar música con los audífonos –dizque para no molestar a los demás– o simplemente por ver el programa favorito de televisión.

Liliana, escuchándome atentamente.
Yo dejé que la televisión ganará. Me di cuenta que era mucho el tiempo que me sentaba frente a la caja boba y que desperdiciaba frente a sus imáganes; así que decidí que algo debía hacer. Ahora cuando estoy con Lili trato de que los momentos que paso con ella sea lo que los gringos llaman quality time, es decir, tiempo de calidad. Un momento bien llevado, bien aprovechado, bien usado, pues el tiempo que perdemos nunca lo recuperaremos.

Estoy seguro que ahora que he caido en la cuenta del valor que posee la simple acción de comunicarse con la pareja –conversando sobre lo que somos y lo que hacemos en esta vida– nuestra relación va a mejorar aún más. Ese es mi primer paso.

El segundo, con seguridad, será escoger mejor mis temas de conversación. Por lo pronto, he podido apreciar signos –su gesto en la foto es una señal– que hablar sobre lo que me pasa en la oficina no es una de sus temas favoritos.

lunes, 8 de enero de 2007

Dos Películas

Lo bueno de las vacaciones es que te permiten realizar muchas actividades. Y como saben, una de mis preferidas es ir al cine y ver una buena película. En ocasiones los críticos aciertan con mi apreciación, en otras no; así que generalmente no me dejo llevar por las críticas a menos que todas coincidan en que la película es muy mala, pero son realmente pocas las ocasiones en las que han sido así de sinceros los críticos.

Entonces, me dejo llevar por mis instintos, y el de Liliana. Los primeros me dijeron que fuera a ver “Los Infiltrados”, los segundos me animaron a ver “Las Torres Gemelas”.

La primera película venía con una buena crítica, además de tratarse de un director harto conocido como Martín Scorcese. De su trabajo anterior en “Pandillas de Nueva York” podía esperar a ver una historia que aunque simple es bien contada, y no me defraudó. Como dicen los críticos Scorcese se mueve como pez en el agua cuando se trata de contar una historia de violencia o de crimen, sólo que ahora no se trata de Nueva York sino de la añeja Boston. Y ya no se trata de la clásica historia de la mafia italiana sino de su contraparte irlandesa.

Leonardo Di Caprio –a quien nunca le tuve fe como actor hasta que lo vi en “Pandillas”– es uno de los protagonistas principales junto con Matt Damon –el pataza de Ben Affleck– en esta historia. Lo hacen bien. Pero además en la cinta podemos ver a dos viejos actores de quienes siempre se espera un buen nivel: Martin Sheen (obvio, el papá de Charlie Sheen), y Alec Baldwin. Y por su puesto, la cereza que corona la torta: Jack Nicholson. Buen reparto ¿no?

Di Caprio el bueno que se hace pasar por malo (el único bueno en su podrida familia) y Damon el malo que se hace pasar por bueno (en las antípodas: el único podrido en su familia) son los infiltrados que proporcionan información a sus respectivos jefes desde la clandestinidad de sus verdaderas identidades. Este doble engaño le imprime más nudos a la trama al ser ellos también los encargados de descubrirse el uno al otro y al enamorarse de la misma chica.

Una trama bastante compleja que Scorcese desata al final de casi dos horas y media –que se me pasaron como si nada– de manera violenta y rápida, y hasta efectista diría, pero dramática sin duda, para la mayoría de los espectadores.

La vi dos veces –una costumbre de la que no me arrepiento– y la volvería a ver sin duda. No soy fanático, pero en cada ocasión uno descubre alguna cosa más que se pasa por alto, y eso me gusta.

La otra peli tenía como uno de sus atractivos el ser interpretada por Nicholas Cage, un actor que escoge bien sus películas por lo que casi se podría decir que con él no había pierde. Además, el director era Oliver Stone, el mismo de otra de mis favoritas: Pelotón; además de JFK, extraordinario CV para un director, sin duda. La peli prometía muchísimo entonces, más si se toma en cuenta que se basa en historias reales del acontecimientos más resaltante de 2001.

Pero no fue lo que esperaba. No es un relato –objetivo, como cabía confiar de Stone– de los acontecimientos de ese día sino más bien del sufrimiento por el que dos policías de la autoridad portuaria de la ciudad tuvieron que pasar al quedar enterrados vivos luego que las torres se desplomaron. Es una película sobre cómo sobrevivieron y cómo esperaron sus familias por su salvación; un relato sobre la supervivencia, la esperanza y los valores y pensamientos que surgen cuando uno cree que esta a punto de morir.

A Cage lo acompaña un actor latino cuyo nombre no recuerdo pero que cada vez lo veo en mejores papeles. Es el mismo que interpretó a uno de los pandilleros latinos que aparecieron unos minutos en pantalla para darle una paliza a Bruce Nolan (Jim Carrey) en “Bruce Todopoderoso” (Bruce Almighty), el que también hizo de uno de los tres asesinos encargados de matar el joven policía compañero de Denzel Washington en “Día de Entrenamiento”, y el que apareció como el cerrajero padre de la niña que todos pensábamos que iba a morir abaleada por un tendero turco en “Crash”, peli ganadora del Oscar a mejor película hace dos años –creo, si mal no recuerdo– y que es una de las mejores que he visto.

En lo personal la peli no logra mantener la atención del público. Incluso por ahí alguien lanzó un exagerado bostezo, algo que no creo que merecía. Quizás la falla se encuentre al inicio de la peli cuando las letritas que deberían servirnos sólo para situarnos en contexto –como si alguien no supiera el contexto del atentado– se uso también para decirnos que esos hombres que tanto van a sufrir en la siguiente hora se salvan. Claro, uno siempre espera que se salven todos los buenos, pero al decírnoslo por adelantado como que le quitó la gracia al suspenso que se pudo haber generado ante la pregunta “¿se salvarán todos los que estoy viendo?” Eso creo que mató algo del suspenso que se pudo haber logrado.

Por lo demás, es una película interesante, entretenida y cumplidora. Pero, para mí, nada más. Lástima, creo que el director y el contexto podían haber sido mejor explotados. Cage cumple, su rostro siempre llama a la piedad. Encasillado en el rostro del chico bueno sabemos que se salva. Ojala alguien algún día se anime a colocarlo como malo malo (a la mexicana) y él se anime a hacer ese papel. La tibia maldad de “Lord of War” y la pasajera maldad de “Contracara” no bastan. Cage es el bueno siempre y tenía que salvarse. No quedaba otra.