domingo, 6 de diciembre de 2009

Depeche 2

¿Dónde me quedé? Ah si, nos metimos al concierto y comenzamos a buscar posiciones. Ya adentro pudimos ver con envidia a los de la primera zona, los más cercanos a la tribuna, pero también a los de la tercera zona, felices de ya no estar tan lejos.

Juancho, Carlos y el otro Juancho.
Como aún no iniciaba el concierto la gente se movia por todos lados, buscando como nosotros la mejor posición.

Primero probamos por el lado derechoLa vista era buena, pero decidimos pasar al lado izquierdo, más allá de la torre central, bajo el argumento que "a nadie se le ocurre ir ahí, todos se quedan por acá nomás". El argumento tenía lógica, pero no fue acertado. Igual la gente, al parecer, razonó de manera similar, así que el lado izquierdo se encontraba tan o más lleno que el derecho.

Volvimos sobre nuestros pasos y nos acomodamos en el lado derecho, con vista directa al escenario gracias a un "tunel" (espacio libre de cabezas entre la multitud) que localizamos casi al centro de la masa de personas. Nos posicionamos y mis amigos dijeron "quédate, vamos por unas cervezas", y me quedé en mi función de hito del lugar escogido.

Y cuando los tres se hubieron ido la gente comenzó a gritar. Una parte circular de la pantalla, arriba al centro, mostraba el logo de Depeche girando, lo que se entendió entonces como la inminencia del inicio del concierto. Y tuvieron razón, al poco tiempo fueron apareciendo los músicos, el cantante principal -"se parece a Pizarro", escuché por ahí-, y la pantalla comenzó a cambiar de colores, dando lugar a las imágenes de un anciano blanco a un lado y de un niño negro en el otro; y donde giraba el logo apareció el perfil de una mujer que parecía subir -sin moverse- una escalera sin fin.

Saqué mi cámara y comencé a filmar. El poco tiempo entre la adquisición de la cámara -en realidad, un regalo- y el concierto me impidió comprarme una tarjeta de memoria de gran capacidad por lo que sólo llevé la que tenía de mi cámara anterior. Sólo tenía memoria suficiente para unos minutos de video, en baja resolución, pero "aunque sea pues", pensé. Mis amigos no aparecían así que tuve que comenzar la filmación sin ellos y despreocupándome de que me localicen o no cuando vuelvan, más me interesaba filmar el inicio del concierto.

Y eso hice. Comencé a grabar y me sentía emocionado por la música que comenzaba a mover a la gente. Gritos de chicas y de chicos marcaban un ambiente de fiesta eufórica muy agradable y me dejé llevar por los compases de "In Chains" cuando al volver a revisar la pantalla de la cámara para verificar el encuadre -eso es lo malo cuando grabas, tienes que estar pendiente de esos detalles- vi la maldita señal "Low Battery" parpadeando con una tonalidad naranja que poco después pasó a roja. "Maldición, ¿por qué no cargué la batería?", me reproché a mí mismo.

Yo y Carlos con el escenario de fondo.
Asado contra mi propia persona decidí guardar lo poco que quedaba de batería para unas cuantas fotos, las del recuerdo, las que no deben faltar nunca cuando vas a un concierto. Carlos y los Juanchos llegaron y comenzaron a pedir foto, pero "ya no hay batería" les tuve que decir, y luego de lamentarse empezaron a concentrarse en la canción. Comenzaron a gritar y yo me sentí poco a poco aliviado, dejando la asadera atrás y enfocándome en el propio concierto.

Las canciones pasaron y Carlos grababa con su grabadora digital lo que pensaba iba a ser un "Live Depeche Mode in Lima". Pero luego, al revisar lo grabado, nos dimos cuenta que tener la máquina en el bolsillo, por comodidad, no fue una buena idea. La grabación tenía un volumen muy bajo, así que Carlos tuvo que sostener la grabadora como si se tratara de un micrófono.

Lo hizo justo a tiempo. Alcanzó a grabar una buena versión de "Personal Jesus" que cargo en mi iPod como recuerdo de aquella noche. Es una grabación muy especial en la que se nos escucha pidiendo a la banda "un saludo para Huánuco", sin duda, una solicitud producto de los vasos de cerveza ya consumidos.

En general, fue una buena noche. Vimos a los Depeche; no tan cerca como hubieramos querido, pero poco a poco se llega adelante.

Por lo pronto ya sabemos que en el concierto de Metallica no vamos a disfrutar de esa peligrosa y emocionante posición. Las entradas son caras, además, se agotaron a las 3 horas que comenzaron a venderse.

Veamos como nos va en los próximos conciertos: Metallica, Cranberries, Guns... quién falta? Ah sí, quizás U2 y Paul McCartney. Quien sabe.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Depeche

No puedo creer que hace ya más de dos meses que no escribo nada. Me he transformado por obra de mi inconstancia en uno de esos bloggers que crean pero no mantienen sus blogs, y eso me hace dudar de mis dotes como 'escribidor'.

También me pongo a pensar si es posible que en este lapso tan prolongado no haya pasado nada lo suficientemente importante en mi vida como para postearlo. La respuesta es un contundente 'NO'. La verdad, asistí a uno de los conciertos más esperados de mi breve historia conciertera: el de Depeche Mode. ¡Y no escribí nada sobre él! ¿Cómo me puede ser posible tamaña omisión? ¿Será el cansancio? No lo sé, quizás. Pero bueno, ya que estamos en el tema pasaré a relatarles la crónica de un concierto anunciadamente bueno.

Todo comenzó hace muchos meses cuando me enteré que venía Depeche. Con Carlos, mi amigo y compinche de conciertos, decidimos ir al espectáculo y comprar las entradas con cierta anticipación. Sin embargo, en realidad pasaron algunos meses antes de que hiciéramos algo, vale decir, comprar las entradas. Tan sólo un par de semanas antes de la fecha programada para el concierto nos animamos a poner manos a la obra (al bolsillo) y encontrarnos en el puesto de Tu Entrada en el Plaza Vea de la Arequipa y comprar nuestros pases a la gloria.

No hubo cola, gracias a Dios. Al parecer como realizamos la compra antes del último fin de mes previo al concierto -que es el momento en que todos tendrían la plata para las entradas- no tuvimos que sufrir mayores demoras, salvo una señora que no se decidía a escoger un sitio para un concierto del cual no tenía ni idea. Además, dadas nuestras experiencias anteriores, y a la disposición de más efectivo que de costumbre, decidimos comprar entradas un poco más costosas, que nos aseguraran una visión 'cercana' del escenario.

En anteriores ocasiones habíamos comprado entradas con las cuales sólo escuchamos el concierto y veíamos lo que se proyectaba en las pantallas. Ahora sí ibamos a ver a la banda, o al menos eso creíamos.

Ya en la noche del concierto, dos amigos de Carlos se reunieron con nosotros en el legendario 'Piso 8', es decir, en su departamento para hacer los 'previos'. Ello en buena cuenta significaba ver un video de Depeche en concierto, imaginar que el concierto sería tal y como lo veíamos en el video, hablar sobre lo que haríamos en el concierto, hablar sobre Depeche, e ingerir un poco de licor. Las tonterías de siempre.

Siguiente desafío: encontrar un taxi que nos llevara desde Santa Beatriz hasta el Monumental en Ate. Nos fue difícil encontrar un taxi que parara, y más difícil que aceptara llevarnos. Luego de un buen tiempo de espera abordamos el auto del primer taxista incauto que aceptó la 'carrera' y nos fuimos pagando lo que nos pedía.

El viaje, ahora que lo recuerdo, fue fellinesco (por Fellini, no por los gatos). Creo que como no teníamos nada mejor de qué conversar llegamos al tema de la economía y comenzamos a analizar el devenir de la economía peruana hablando sobre la falta de crecimiento del PBI del país, y comenzamos a desagregarlo en algunos de los rubros más golpeados por la crisis financiera internacional. Dimos nuestra opinión sobre la caída de las exportaciones y las dificultades que atravesaba el sector confecciones, y la aparente bonanza del sector retail. Supongo que el taxita habrá pensado que ya estábamos borrachos, o que le estaba haciendo taxi al equipo del plan económico de Jaime Bayly, o algo por el estilo.

No importa, luego de varios kilómetros de autos, combis, custers, camiones y otros taxis llenos de entusiastas llegamos 'cerca' de la explanada del Estadio Monumental. El taxista nos dijo que no podía avanzar más, y le creímos porque todas las calles se encontraban llenas de personas, autos, ambulantes, policías, vigilantes y recompradores (no eran revendedores, más bien se lanzaron hacia nosotros preguntándonos si queríamos venderles alguna entrada). Tuvimos que bajar y caminar un poco. Los mototaxistas nos ofrecían sus servicios pero preferimos caminar, ya casi era la hora pero no había tampoco tanto apuro.

Luego de comer unos sandwichs en un garage cercano, habilitado como sanguchería, nos metimos al concierto y comenzamos a buscar la mejor posición posible, especialmente yo, que desafortunadamente no tengo la estatura necesaria como para plantarme en cualquier lugar para ver el concierto. En este tipo de espectáculos tengo que buscar una buena ubicación; más aún cuando, haciendo un esfuerzo, pago una entrada que me permita ver a la banda con mis propios ojos.

Pero bueno, creo que por ahora es suficiente. La siguiente semana será propicia para una segunda parte. Al menos eso espero.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Encuentros pacíficos y despedidas literarias

Es increíble como se pasan los días, o como dejamos que pasen sin hacer aquello que nos habíamos propuesto. En mi caso, sin que haya relatado la continuación del post anterior: Recuerdos de Haruhiko.

Bueno, hoy sí me permití un tiempo, es viernes en la noche pero estoy demasiado cansado como para salir –mi delgada me debe odiar por eso, pero estoy seguro que su amor es más grande– así que me animé a relatar lo sucedido unos días después de la presentación del libro de Pepe.

Giancarlo nos había invitado a la presentación del número 16 de El Hablador, la revista electrónica de literatura donde es el co editor (¿se escribe separado?). En el evento iba a encontrarse Pepe como uno de los miembros de la mesa de presentación, así que el escenario se presentaba oportuno para la revancha. Si mal no recuerdo –y si mi Outlook funciona correctamente– fue la noche del 4 de agosto que se tenía programada la reunión. Mi delgada llegó mucho antes que yo y se arrellanó en una de las cómodas butacas que tiene el centro cultural de la Ricardo Palma en la Av. Arequipa, donde se iba a realizar la presentación. No conocía el centro, a pesar de haber pasado delante de él muchísimas veces, y sinceramente me quedé maravillado cuando llegué y entré en su auditorio.

Poco a poco más personas fueron llegando, asumo que muchas relacionadas al ámbito literario. Ahí encontré a Karen, antigua compañera de la revista, e incluso a Paco Miyagui, viejo amigo de la industria de las publicaciones tecnológicas. Jorge Coaguila –a quien también conocí en la revista– se encontraba igualmente en el auditorio. En realidad, supongo que el auditorio se encontraba pletórico de literatos a los cuales no conocía por mi poco apego al ambiente.

Luego de un rato de espera, vimos como Giancarlo y Pepe subían al escenario y se saludaban efusivamente antes de sentarse en la mesa del “panel” –junto a otros dos miembros– que iba a presentar la edición. Un “maestro de ceremonias” enumeró los lauros de los panelistas antes de que iniciaran su disertación. Comenzaba lo bueno.

No recuerdo el nombre del primer expositor pero creo que pertenecía a la Red Científica Peruana (RCP). Con cifras en la mano, realizó una detallada presentación de los logros estadísticos del sitio web. Tiempo promedio de estancia en el sitio –por cierto, superior al promedio de la industria–, las palabras clave que dirigían el tránsito hacia el sitio, los artículos más leídos, y, por su puesto, la cantidad de visitas y los distintos países de donde éstas procedían.

La verdad la exposición me pareció entretenida. El expositor se dio maña para presentar algo que podría llegar a ser muy somnífero –las estadísticas– de una manera muy interesante, convirtiendo las cifras en un ameno relato del desarrollo de la página web. Además, chamulló de manera acertada, a mi entender, sobre los alcances de la actual tendencia de los contenidos en Internet. Buen expositor.

Unos minutos después era el turno de Pepe. “Ahora sí”, pensé.

Pero nada.

Pepe se dedicó a realizar una exposición tan pulcra como su camisa y sin revanchismos del contenido del sitio web. La verdad no esperaba que hiciera algo distinto. Giancarlo y Pepe son amigos, y entre amigos las revanchas quedan a un lado.

Luego fue el turno de los co ditores. Giancarlo fue el segundo y fue bastante sincero con todo lo que le implicó ser uno de los editores de la publicación. Al igual que Pepe recordó los inicios del sitio web y los días de "cierre" con todo el trabajo que ello implica. Fue como una especie de despedida porque anunciaba también que se iba al extranjero. Desde ahí seguirá aportando a la publicación.

El vino de honor se sirvió en una sala contigua al auditorio. Fue un buen tiempo para conversar y retomar el contacto con algunos viejos conocidos. Pepe deambuló por ahí deslizándose de grupo en grupo, multiplicándose para conversar con todos, y lo mismo hacía Giancarlo.

De él tenía que despedirme. Era la última vez que lo iba a ver antes de que viajara para iniciar su post grado en el extranjero. Mi delgada y yo alcanzamos un momento a conversar con él y despedirnos, deseándole lo mejor.

Eso fue hace ya casi un mes, pero lo extraño es que Giancarlo no parece haberse ido. Sigue posteando como siempre en Facebook y eso como que genera una sensación de cercanía. Creo que eso es lo maravilloso de Internet: los amigos, en realidad, no se van, sólo se alejan un poco.

Actualización [13/set]: la gente de El Hablador ha publicado las fotos del evento en Facebook. Pueden verlas aqui.

martes, 11 de agosto de 2009

Recuerdos de Haruhiko

Escribo un poco tarde porque, como siempre, se me pasan las horas contemplando la pantalla frente a mí, leyendo, buscando y probando cada sitio web que se me pone por delante. Creo que es una manía. Debo dominarla.

Creo que también no me animaba a escribir porque he notado que últimamente mis entradas no hablan sino de las etapas más tristes de mi vida. Cualquiera que las leyera pensaría que mi existencia no es más que el transcurrir lineal de una mala experiencia tras otra, y en realidad no lo es.

Tengo también mis momentos de alegría, de relax, de pasar el tiempo con mi delgada o con mis amigos. Y gracias a Dios esos momentos no son pocos.

Uno de ellos fue la reciente presentación del libro de mi amigo (pata) Pepe Donayre. Su más reciente obra, intitulada «Haruhiko & Ginebra», fue presentada al público durante la última Feria del Libro.


Ese día planee encontrarme con mi delgada en el magno evento, sin embargo sus compromisos laborales le impidieron llegar a tiempo para la presentación. Afortunadamente, al llegar, me topé con Yessica, una antigua compañera de la revista, y juntos nos arrellanamos en las sillas de plástico para escuchar la presentación.

Entre comentarios jocosos –de esos que no se pueden publicar en un blog– escuchamos a los expositores que flanqueaban a mi pata. Pepe, con una expresión adusta, parecía escucharlos con atención.

La sala estaba expectante por lo que decían, por los análisis vertiginosos que lanzaban sobre la obra, y sobre todo por la posibilidad de ver, en persona, a un autor.

Noté ciertas ausencias. Primero la de mi delgada. Segundo, la de Giancarlo, a quien ciertamente esperaba ver en la sala; e inclusive, no sé por qué, esperaba ver al crítico Javier Agreda, que me dijo que conocía a Pepe, y supuse que estaría ahí. Bueno, también me extrañó que Mario, pareja de Yessica y uno de los mortales más alegres que he conocido en este planeta –para los que no conocen a Mario, por siaca, estoy siendo irónico– no se encontrara en el lugar.

Creo que Pepe también notó las ausencias, sobre todo la de Giancarlo. No creo ser chismoso al simplemente recordar lo que Pepe dijo frente a un auditorio, micrófono en mano, de Giancarlo: «Me vengaré», o algo así. La próxima presentación del número 16 de El Hablador, sería el espacio indicado, refirió el prosista Donayre.

Al terminar la presentación Pepe bajó al llano y comenzó a agradecer personalmente la presencia de los amigos, conocidos, familiares, fans –vi que le pidieron autógrafo, así que considero que tiene fans– y chismosos.

Lástima que la obra en mención no se encontraba disponible en ese momento. «Podrán adquirirla en Barranco», creo que dijo. Uhmmm.

Luego de unos cuantos abrazos y besos, Pepe llegó hasta nosotros, o nosotros hasta él, creo, y nos agradeció el estar ahí. Su abrazo fue efusivo, sincero, muy amical, y espero que no se haya visto muy gay.

Nos pusimos al día en pocos segundos. «Ya no estoy en la revista» y bla, bla, bla… lo usual, lo que conversas con un pata que no ves hace tiempo y que tiene una fila de gente esperando su saludo, todo rápido, pero todo divertido y en buena onda, hasta relajante diría yo.

El evento terminó y salimos de la sala. Afuera en la puerta de la Feria me esperaba mi delgada y me despedí de Yessica.

Con ella caminamos un rato husmeando entre los stands. Compramos algunos libros (Yes!!!) y luego de un buen rato nos encontramos con Giancarlo. «No fuiste a la presentación del libro de Pepe»… «Si pues, no llegué» Le comenté (chismee) sobre las posibles represalias de Pepe para su próximo evento, y no pudo más que sonreír por la ocurrencia, o por el nerviosismo.

Por su puesto, días después, fui a la presentación del número 16 de El Hablador, ahora si con mi delgada –de hecho, ella llegó mucho antes que yo– y esperaba ver la revancha literaria de Pepe.

Pero creo que eso mejor lo dejo para la semana siguiente.

lunes, 3 de agosto de 2009

Dejar de hacer cosas

Sentí muy diferentes las pasadas Fiestas Patrias. Desde que tengo uso de razón recuerdo esperarlas con ansias porque eran el momento de dejar de hacer cosas. De chico dejaba de ir al colegio, de jóven dejaba las clases de la universidad, y luego, ya mayor, dejaba de ir al trabajo.

Sin embargo, las Fiestas de este año me dejaron con una extraña sensación pues ya no pude "dejar de hacer algo". El ser un teletrabajador me ha librado de ir a una oficina pero también me ha privado de la agradable sensación de "dejar de ir" a ella. Salvo las ocasiones en que tengo que salir a entrevistar a alguien me paso el día entero en mi casa escribiendo en la computadora, haciendo llamadas, o simplemente buscando información en Internet.

No tengo un punto con el cual separar mi vida particular de mis actividades laborales. Antes el llegar a la oficina me decía que era momento de trabajar, ahora no cuento con esa separación tan evidente. Del mismo modo, al final del día, no tengo algo que me diga que ya terminó el horario de trabajo. He perdido esos límites para bien, y para mal.

Pensé que el trabajar desde casa me iba a afectar de otras formas. Leí sobre el tema y las advertencias con respecto a la disciplina de los tiempos de trabajo, la soledad y la falta de la infraestructura eran los más recurrentes entre los "peligros" de ser un teletrabajador. Nada, o muy poco, se ha escrito sobre la sensación que experimento ahora.

Ya no puedo "dejar de ir a la oficina". Quizás en esta nueva etapa en mi vida esa sea una de las cosas que voy a extrañar y realmente no me lo esperaba.

lunes, 27 de julio de 2009

Aquello que queremos evitar

Nunca me gustaron los velorios. Recuerdo que la primera vez que fui a uno de ellos era muy pequeño y creo que no terminaba de entender lo que sucedía.

Todos los vecinos de mi cuadra -al menos eso me parecía- se encontraban sentados en la pequeña casa de mi vecina en Magdalena, conversando alrededor de un ataud que estaba rodeado de flores. La Sra. Beta, amiga de mi mamá, estaba a un lado recibiendo las condolencias de los vecinos y amigos. Me acerqué y le dije lo que mis padres me dijeron: «mis mas sentidas condolencias». No sabía entonces qué eran las condolencias pero sabía que tenía que decírselo en el tono más suave y delicado posible, porque eso era lo que todos habían hecho.

Me llevaron a ver a Don Hilario, que era el esposo fallecido de la Sra. Beta. Él se encontraba en el ataud en medio de una sala a la que muchas veces entré corriendo para jugar con su nieta. Él se veía diferente. Su rostro mostraba una expresión de dolor que no comprendía y se encontraba tapado con algodones por todos lados. ¿Para qué tengo que ver esto?, pensé. No era el viejo amigable que me sonreía o que conversaba de vez en cuando con mis padres en mi casa. No era él, sencillamente.

Nunca más quise volver a acercarme a un ataud. Prefiero recordar a la persona como era, con sus sonrisas, sus enojos o sus comilonas. De hecho, en algún momento, me propuse ni siquiera asistir a otro velorio. Pero no pude.

En muchas ocasiones mis padres, mi novia o mis amigos me han animado a ir porque «eso es lo correcto». La verdad, terminaba yendo muchas veces por cumplir, porque era lo que se esperaba de uno.

Detesté los velorios y los entierros porque mi mente se concentraba en el dolor que observaba alrededor. Creo que dentro de mi cabeza reinaba la tonta idea que el dolor desaparecería si no lo veía, que la gente estaría menos triste si no la veía llorar, o que era más sencillo olvidar la partida de alguien si no era testigo del adios.

Me di cuenta que eso no era cierto. Una amiga me dijo alguna vez que muchos de nosotros intentamos escapar al dolor, pero que eso no es posible. El dolor no va a desaparecer negándolo. Tenía razón.

Aún me quedan algunos resquicios de ese temor pero ahora ya no voy sólo por el cumplimiento de un convencionalismo sino con el ánimo de reconfortar al amigo, aunque no lo logre. Sé que lo único que puedo hacer es decirle «siento el mismo dolor que tú».

Ahora sé que son las condolencias. Es expresarle a mi amigo que participo de su dolor, y al hacerlo, tratar de reconfortarlo.

¿Por qué escribo esto? Porque nuevamente me ha tocado asistir a la partida de una persona cercana. La esposa de un buen amigo de mi novia Liliana se fue hace poco. Creo que tenía la misma edad que nosotros, y seguramente mucho que vivir aún. Su pequeño hijo soltó unos globos blancos y su esposo -a quien conocía como persona cordial y alegre- se retiró por un momento a un lado de la ceremonia porque no pudo con su enorme tristesa.

Me puse a pensar lo que se siente perder a la compañera con quien planeas vivir toda tu vida, y eso me bastó para comprender su pesar y para decirle luego al final de la ceremonia que, en verdad, lo sentía mucho.

domingo, 5 de julio de 2009

Alicia y Michael por la Venezuela

Volviendo de comprar algunos artículos en el supermercado, paso de noche a lo largo de la Av. Venezuela junto con mi delgada y lo que vemos es una repetición casi al infinito de videos de Alicia Delgado y Michael Jackson.

Conciertos, reportajes, entrevistas, parece que los grandes mayoristas de la piratería han aprovechado el timing y han inundado el mercado con videos de los artistas fallecidos. ¿Por qué será que apreciamos a las personas cuando mueren? Hace mucho que no escuchaba una canción de Jacko en las radios, y hoy escuché "Thriller" incluso como fondo de mis compras en el Plaza Vea. La verdad a Alicia Delgado no la había escuchado mucho, y ahora escribo este post con uno de sus huaynos de fondo, cortesía de CPN.

Ha sido una semana marcada por los detalles escabrosos de la muerte de estas dos personas y parece que aún tenemos para largo. Parece que no nos basta saber que Michael murió por el abuso de medicamentos, sino que nos empecinamos en averiguar qué combinación de fármacos le fue fatal. Ahora sabemos cuánto pesaba al morir y hasta el hecho de que ya estaba atacado por la calvicie.

De Alicia sabemos el número exacto de puñaladas y las dimensiones del cuchillo con el que se la apuñaló. Determinamos que tuvo relaciones íntimas poco antes de su muerte y que probablemente estuvo envuelta en un triángulo amoroso con personas de su círculo íntimo.

Nos fascinamos con los detalles y calificamos como muy peligrosas las relaciones lesbianas cuando estas terminan, en un asolapado acto de homofobia.

Ha sido una semana en que noticieros y diarios, e incluso el Twitter, estuvieron lleno de estas noticias. Ojalá no tengamos que soportar otra semana así.

Felizmente ya no estoy solo. Mi delgada ha vuelto y con ella incluso la semana más pesada se soporta mejor. Al final de nuestra caminata vemos un poco de televisión, un poco de Discovery, para desconectarnos de la actualidad.

jueves, 2 de julio de 2009

Mis seguidores en Twitter

Encontra una herramienta que te permite hacer un mosaico con los perfiles de las personas que te siguen en el Twitter. En mi caso (actualizado a julio de 2010) son los siguientes:

Get your twitter mosaic here.