Otro de los eventos recordables del año pasado fue el fin de éste. No sé si cuando niño de milagro me salvé de no dañarme al haber reventado tantos cohetes, cohetones, volcanes y demás explosivos que mi padre me compraba faltando 15 minutos para las 12 de la noche, pero lo que sí recuerdo era que me divertía mucho. Al ver cómo jugaron los chicos en el barrio de Liliana, el último 31 de diciembre, recordé por un tiempo que yo también hacia eso: hacer estallar cosas (la tetera de mi abuela, por ejemplo), prender fuego al muñeco del año viejo, lanzar "silbadores" a la calle, etc.
Ahora sabemos que es demasiado riesgoso enseñar a nuestros hijos aquello que nuestros padres nos mostraron como jugando. Son otros tiempos, pero por unos minutos el olor a pólvora, el sonido de las explosiones y las luces me hicieron recordar los viejos tiempos.
Año nuevo en la casa de Liliana