Hace poco tiempo me reuní con un ejecutivo extranjero de una importante empresa tecnológica. Lo usual: entrevistarlo sobre las novedades que ofrecía su compañía y aclarar algunos puntos con respecto a la industria en la que se encontraba. Realmente, la entrevista fue productiva, pero lo que me llamó la atención fue lo bien que habló del Perú al inicio de la charla.
Por un momento consideré que simplemente el entrevistado buscaba quedar bien hablando maravillas del país, pero noté en su tono de voz una gran sinceridad. Es decir, realmente él pensaba que el momento por el que atravesaba nuestro país era inigualable, que las cifras macro eran estupendas y que, particularmente en su industria, el Perú representaba una 'locomotora' de crecimiento.
¿Qué? ¿Acaso no ha visto las noticias?, pensé. Por un momento me vi tentado a relatarle los problemas por los que pasamos ahora en el país pero estimé que no era conveniente ya que él se encontraba sinceramente positivo con respecto a cómo nos iba en el campo económico y hubiera sido injusto el enrostrarle un tema (nuestros conflictos sociales) que seguramente no es de conocimiento internacional.
Y siguió la entrevista. Pero me quedó la duda de cómo es que nos perciben en el extranjero.
Si antes el país era sinónimo de terrorismo y Sendero Luminoso ahora nos pasa lo contrario. Ahora el Perú es Machu Picchu -una de las Siete Maravillas Modernas del Mundo- pero también es comida y espectaculares cifras de estabilidad macroeconómica. Y si antes buscábamos decir que el Perú no es solo Sendero y terrorismo, ahora creo que me dio sinceras ganas de decirle que el país no es solo buenas cifras macroeconómicas.
Y creo que eso no es ser pesimista.
La fortaleza de nuestra economía se puede ver en Lima pero las imágenes de la televisión nos han mostrado que ese discurso no ha calado en otros lugares del país.
Basta recordar que en 2006 Humala (entonces antisistema) perdio las elecciones 'por un pelo', y que ahora tenemos más de dos centenares de conflictos sociales. Todo ello en un país 'próspero'.
Creo que debemos tomar las cifras como lo que son: cifras macro; pero en el campo micro aún vemos mujeres y niños vendiendo golosinas en prácticamente cada semáforo, y en los autobuses los vendedores ambulantes entran unos tras otros para ofrecer sus productos.
Sí, hemos avanzado. Antes un extranjero no hablaba bien del crecimiento de nuestro PBI o de las capacidades del mercado peruano. Es más, eran pocos los que venían en comparación con el número que podemos ver ahora en los hoteles capitalinos.
Sin embargo, creo que podré decir que 'sí la hicimos' el día que no haya vendedores en los semáforos, que la gente no viva entre plásticos y cartones y que el optimismo de Lima sea parte también del discurso de todas las demás regiones. Espero, como dicen las proyecciones, que en el tiempo que me queda de vida vea ese país.