miércoles, 13 de agosto de 2008

La vuelta a la Feria

Pagué, de nuevo, los dos soles de la entrada –para los del exterior, si los hay, 1 sol = 0.69 dólares– e ingresé a la Feria. Como en la ocasión anterior, llamé por celular para conocer la ubicación exacta de mi amiga. Estoy con Piolín, en la cola para la firma de libros de Vargas Llosa. ¿Qué?

Me dio el número del stand y la encontré ahí, junto a unos cinco fanáticos que esperaban ser los primeros en pedirle autógrafo a nuestro casi Premio Nobel de Literatura. Piolín resultó ser un amigo común cuyo nombre guardo en reserva para evitar comentarios. ¿Por qué le dice Piolín? Creo que esa fue una de las cosas que me olvidé preguntarle ese día.

¿Y a qué hora llega Vargas Llosa? A las seis, me respondió entusiasmado el Piolín. Pero son las cuatro. Sí, pero vamos a ser los primeros. Bueno.

Había dos fanáticos más delante de él. En realidad era una señora con su hija. Atrás de Piolín otros cuantos más hacían la fila pacientemente, y cada vez eran más numerosos. Todos habían traído sus cámaras fotográficas para eternizar el momento de la firma y se pedían unos a otros el favor de tomarles la foto.

José tiene una carta de descuento en Editorial Norma. Pucha, ya me delató Sonia, y tendré que convertirme en mayorista de compras. Piolín empezó a hablar de los libros que le gustaría comprar de la editorial colombiana, y luego el recientemente adquirido amigo que lo seguía en la fila, y luego el otro, y el otro, y de pronto sentí que me encontraba en medio de un club de la fanaticada Norma. Bueno, al menos se notaba que los chicos leían duro, conocían a los escritores y se defendían esgrimiendo sus conocimientos literarios. Solo la señora con su hija pusieron cara de esta no es mi mancha.

O sea que se van a tomar la foto con Vargas Llosa, les dije como pasando a otro tema. Y comenzaron a pedirle a Sonia que tomara las fotos. A la vuelta pues.

Nos fuimos por ahí. Primero juntos, luego nos separamos de acuerdo a los intereses. Criticábamos precios y ofertas, hacíamos la finta como que comprábamos algo, preguntábamos, indagábamos y volvíamos a hacer como que íbamos a comprar algo. Que fregados ¿no?

Llegamos a Peisa y recuerdo que Sonia compró un libro de Bryce y yo «El Espía Imperfecto» para aprovechar un descuento que nos hacían. Nos separamos y adquirí otros dos libros más pero sobre economía. Uno de ellos comprado en el stand de la Universidad del Pacífico donde uno de los chicos que atendía –y que seguro jamás llevó un curso de marketing one-on-one– me preguntó algo así como El libro es bueno, pero ¿para que va a querer leerlo? Suficiente.

En la Feria uno se encuentra de todo. En mi caso me encontré con dos ex compañeros de trabajo. Uno, el Paco, con su hijo menor en un brazo y con su hija mayor en el cochecito que empujaba con su otro brazo. ¡Estaba hecho un papá! Me sentí un poco viejo. Conversamos un rato mientras llegaba su esposa y nos despedimos. Te tengo que contar mucho, pero mejor con unas chelas. Ya pues, invitación pendiente.

Al otro lo encontré, ¿dónde? En la cola para Vargas Llosa, pero mucho más lejos que Piolín. Y a un tercero –olvidaba a Ñiquen– en la cola de la caja de Editorial Norma. En ese momento recordé mi carta de descuento y quise aprovecharla pero el colón para pagar me desanimó.

Poco antes de las seis volvimos donde Piolín. El tumulto crecía alrededor porque Vargas Llosa se acercaba. Los fans le pidieron a Sonia que les tome la foto con el escritor; yo di un par de pasos atrás y enseguida el espacio que dejé se llenó de gente. Piolín, la señora con su hija y los otros fans ya no eran visibles. Un mar de gente ya nos separaba. Sonia también se perdió en medio del gentío. Los flashes iluminaban el stand. Como en una novela. ¿No?

Luego de un rato recibí la llamada de Sonia. Piolín se había retirado a hacer otra cola para escuchar a Vargas Llosa y ella se encontraba cansada de tantas horas de estar de pie. La verdad, yo también. Así que nos fuimos a la dizque «cafetería».

Compré una empanada y dos gaseosas. Como todos los años, la comida no era buena, las gaseosas no eran las que pedimos y, además, todo caro.

Conversamos por un rato hasta que llegó Badani –el que tiene seis esposas y diserta sobre sexo– para presentar su nuevo libro en el auditorio que se encontraba a un lado de la cafetería. Ese fue el último evento que presencié, de lejos, en la Feria del Libro de este año.

Por su puesto, hubo mucho más. La presentación del libro de Renato Cisneros fue todo un acontecimiento, y también jaló gente la disertación de Badani. Por otro lado, aunque propiamente no se produjo en la Feria, la entrevista de Spencer a Vargas Llosa también me ha parecido sensacional –creo que voy a votar por él para mejor blog. Les dejo el vínculo que también se encuentra entre mis recomendados de la barra derecha.

Bueno, fue otro año de Feria del Libro. Cada uno tiene sus cosas, pero nada como Batman, mi siguiente entrada. Chao.

PD: olvidé usar mi carta de descuento en el stand de Editorial Norma. Perdona Pilar.

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