Recuerdo que durante una clase de literatura en el colegio mi profesor se ufanó de haber tenido de maestros a los más destacados literatos que podíamos mencionar. Mis compañeros comenzaron a lanzar nombres y mi profesor nos decía el curso que había llevado con él en la universidad. Yo no pude resistir el reto y pregunté por uno de los ‘maestros de maestros’: LAS.
“¿Luis Alberto?”, le pregunté. No fue necesario que dijera Sánchez, su apellido sobraba en el contexto de la conversación. Mi profesor me indicó el curso que había disfrutado con el maestro y entonces comencé a pensar cómo habría sido llevar una clase con LAS. Todo un semestre con el maestro.
En otra clase recuerdo que mi profesor de Historia dejaba a un lado el libro de texto que nos indicaba el colegio y cargaba bajo uno de sus brazos un conjunto de obras que tenía marcadas con papelitos. Las abría y nos pasaba a leer un párrafo o dos de “Los Doce Césares” o nos mostraba una foto antigua del jirón de la Unión llena de banderas extranjeras en los balcones y tomado por la tropas chilenas que ya habían entrado a Lima, durante la Guerra del Pacífico. “Nadie era peruano en ese momento en el jirón de La Unión”, recuerdo que nos dijo.