Luego de una fuerte campaña en el Facebook era difícil no conocer a Don Belisario, la cadena de pollos a la brasa que tiene como ícono a un pollo campechano. La verdad, al inicio sus posts me animaron a visitar alguno de sus locales pues las fotos de los platillos se veían bastante bien y la expectativa que generaba entre los futuros comensales iba en aumento. Pero luego, personas que conocía de manera personal o virtual comenzaron a postear los aspectos negativos de Don Belisario. Di marcha atrás en mis deseos de visitar la cadena.
Así transcurrieron algunas semanas; sin embargo, creí que lo más conveniente sería verificar por mí mismo si las percepciones que había leído eran certeras. Un conocido blogger, Renzo de El Vicio de Comer, había posteado un comentario negativo de su visita –el título de su post lo dice todo: “Yo le digo no a Don Belisario”– y un amigo, al que sí conozco en persona, me dijo que lo mejor que tenía el pollo de Don Belisario eran las papas. Estas opiniones iban a contrapelo de otras que podía encontrar en la página de Facebook de Don Belisario que sí eran positivas.
Tenía que ir.