Estaba en el antiguo departamento en el que vivía con mis padres. Me encontraba en la sala y escuché que alguien tocaba a la puerta, me asomé por la ventana y vi que eran mis dos abuelos. Les abrí la puerta y ellos entraron con total normalidad. Mi madre huyó hacia su habitación llena de miedo pues mis abuelos habían muerto ya hace algunos años.
Mi abuela, ya dentro de la sala, me dijo “no te preocupes, vinimos porque tu abuelo quería saludarte”. No me sentí asustado a pesar de ver a mis dos abuelos fallecidos y la naturalidad con la que se comportaban me dio tranquilidad.
Entré al cuarto donde se encontraba mi mamá y la tranquilicé. Le dije que los abuelos habían venido porque querían saludarnos, sólo eso. Cuando salí nuevamente a la sala encontré a mi hermano, y él me repitió lo mismo. “Los abuelos han venido porque querían saludarte”, me dijo, sonriente.
Me sentí bien, tranquilo, en paz.
Me acerqué a los abuelos y mi abuela me dijo señalando con la mirada a mi abuelo. “Quiere saludarte”. Y vi que mi abuelo –que no había dicho nada– extendió los brazos y me hizo un gesto como indicándome que le abrazara.
Lo abracé y no sentí miedo, simplemente me desperté.