Cuando comencé el blog pensaba que sería un lugar donde me divertiría escribiendo relatos anecdóticos de mi vida personal y profesional. Y de hecho, eso hice en un inicio. Sin embargo, es difícil no escribir sobre lo que pasa más allá de tu entorno más cercano. Como supondrán me refiero a los acontecimientos de Bagua, del enfrentamiento -realmente inútil- de peruanos que quizás murieron sin saber realmente porque perdían sus vidas.
No deseo lanzar culpas por la forma en que han ido escalando los acontecimientos, no porque no haya culpables -de hecho, se encuentran en ambos bandos- sino porque considero que es un ejercicio inútil. Lo fundamental es ahora deterner la violencia y a los violentos, a aquellos que creen que se puede tener la razón a punta de lanza o arrojando Napalm sobre la selva.
Y lo segundo es reflexionar sobre la des-integración que aún se percibe profundamente en nuestra sociedad. Cuando creíamos que por fin alcanzabamos un grado más elevado de «peruanidad» nos damos de narices en el suelo al darnos cuenta que no terminamos de comprendernos entre nosotros mismos; y lo peor, que a muchos no les interesa comprender a las demás formas de ser peruanos.
No creo que el limeño sea más peruano, o que el dueño de un apellido quechua o aymara tenga más bases para reclamar su peruanidad que un Mulanovich o un Tanaka. Todos lo somos, pero paradójicamente, igual no nos terminamos de entender.
Seguiremos apagando incendios y viendo por televisión el desfile de viudas de manifestantes y policias porque no nos comprendemos, y mucho menos tenemos un plan de desarrollo consensuado.
Seguimos desunidos y creo que esa es la base para futuros Baguas. Aunque espero que no. Ya no quiero otras semanas como éstas; yo que no perdi a nadie conocido me siento mal, me siento abrumado.
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